La característica fundamental de los desórdenes de
comportamiento en los niños es que son conductas desviadas, que dependen de las
normas sociales que privan en determinada cultura y que son paradójicas en el
sentido de que persisten en el tiempo, pese a las consecuencias negativas que
vive el niño en la relación tanto con sus compañeros como con los adultos.
Según el enfoque tradicional, son síntomas de conflictos
internos producidos por deseos reprimidos y miedos no expresados. Se considera que la conducta explícita o
manifiesta es un síntoma de los problemas inconscientes denominados desórdenes
emocionales, muy similares a la enfermedad física, donde el problema que debe
tratarse no es el síntoma (por ejemplo, fiebre), sino la enfermedad (por
ejemplo, pulmonía).
El modelo de enfermedad en los
desórdenes psicológicos se basa en la búsqueda constante de las causas ocultas
que los originaron con el fin de obtener, de este modo, su curación. El tratamiento psicoterapéutico se realiza
como un procedimiento indiferenciado (en el sentido de que es general, en vez
de particular) más bien diseñado para ayudar al niño a expresar sus temores y
fantasías por medio del juego y la conversación.
Por otro lado, el enfoque conductista se fundamenta en gran
parte en el principio de que la conducta desadaptada es aprendida, si bien no
niega que los problemas psicológicos tienen su origen en las primeras experiencias
del niño, de modo que investiga sobre la historia del aprendizaje de cada
familia en particular.
La psicoterapia tradicional asienta su proceso en el modelo de
enfermedad, o sea, en el concepto de una patología única subyacente (por
ejemplo, un conflicto inconsciente) que se presume que produce una variedad de
síntomas y manifestaciones psíquicas.
En cambio, la terapia del comportamiento se interesa
fundamentalmente en determinar las relaciones funcionales entre los
acontecimientos del ambiente y/o los estímulos y las respuestas del
organismo. Las conductas desadaptadas,
incluso los síntomas psicóticos, no se consideran cualitativamente diferentes
de aquellas que se denominan de manera arbitraria conducta normal. En el diagnóstico de los desórdenes
infantiles aún no se tiene una idea clara sobre cuál es la normal y cuál es la
anormal. El trabajo del psicólogo
terapeuta consiste en decidir cuáles síntomas están presentes y cuáles no, y en
aplicar los procedimientos pertinentes para obtener un diagnóstico.
Kort Rosemberg, F. (2001). Psicología del
comportamiento infantil: guía para padres, maestros y terapeutas.
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