Mediante la conducta agresiva, o sea, el dominio mediante la fuerza física y/o verbal, los individuos pueden modificar el ambiente de acuerdo con sus deseos, pueden controlar a otros individuos y ser atendidos por ellos, pueden eliminar los elementos que les impiden sentir bienestar, y pueden retirar los obstáculos para obtener determinada aspiración. Las amenazas verbales, las discusiones, los pleitos repetitivos, la destrucción de la propiedad ajena, el acto de robar y los intentos de homicidio son conductas agresivas de diferentes grados de severidad.
Rara vez un adulto muestra una conducta agresiva sin antes presentar una historia de episodios antisociales en su infancia. Aunque los factores genéticos pueden contribuir a que una persona manifieste tendencias agresivas, éstas se aprenden a muy temprana edad en el hogar, la escuela y la comunidad. Muchos autores consideran que un factor esencial en este aprendizaje son las prácticas de crianza de los padres. Los padres muy punitivos generan niños muy agresivos, al igual que los que no ponen límites en la educación de los hijos.
Kort Rosemberg, F. (2001). Psicología del comportamiento infantil: guía para padres, maestros y terapeutas.
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