Es
cada vez mayor el número de niños y adolescentes diagnosticados de Trastorno
por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) que son tratados
farmacológicamente con Metilfenidato (Ritalin-Rubifen). Lo que muchos padres
ignoran es que no sólo la propia existencia del TDAH es cuestionable sino que
además el Metilfenidato es una potente droga controlada en Estados Unidos por
la conocida DEA -la agencia antidroga- que la considera la antesala del consumo
de otras drogas. Además no se les cuenta que hay alertas internacionales contra
estos medicamentos -16 en el 2004- avisando de que causan adicción e incitan a
comportamientos suicidas.
El
niño no para, no presta atención, no se concentra, se muestra incluso agresivo
y sus actos escapan día a día al control de sus mayores. Sus padres, superados
por la angustia, asisten impotentes a su fracaso escolar, a las palabras
amables del profesor señalando que algo no va bien -como si no lo supieran-
para acabar en el pediatra y/o en el psiquiatra infantil que les acaba
confirmando que su hijo padece un Trastorno por Déficit de Atención e
Hiperactividad (TDAH) y que la medicación es la mejor solución para controlar
tanto descontrol al tiempo que se busca apoyo en la psicoterapia.
Es una epidemia silenciosa que cada vez atrapa a más niños. Según se señaló recientemente en las III Jornadas de Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad -organizadas en diciembre por la Oficina Regional de Coordinación de Salud Mental de Madrid- uno de cada veinte niños españoles sufre este trastorno; o, lo que es lo mismo, el 5% de los niños españoles sufre TDAH. Ante esta epidemia a nadie parece extrañarle que la primera respuesta sea la farmacológica. De hecho un 64% de los médicos apuesta por el tratamiento farmacológico frente a la hiperactividad según la Encuesta del Instituto de Estudios Médico Científicos entre médicos, padres y profesores sobre el grado de conocimiento del TDAH. Las "razones" son que la falta de control con medicamentos podría producir en los niños otros "trastornos" colaterales como trastorno oposicionista desafiante, trastorno disocial, trastornos emocionales (del estado de ánimo y de ansiedad), patologías de la comunicación, retrasos específicos del desarrollo motor y del lenguaje, trastornos del aprendizaje, tics y síndrome de Tourette.
Ante este negro panorama que se les presenta no es extraño que la mayoría de los padres acaben medicando a sus hijos solo que cuando se les informa lo que les cuentan es habitualmente una verdad incompleta y, por tanto, una flagrante mentira. Para empezar, rara vez se les dice que hay científicos que ni siquiera considera el TDAH una enfermedad, que los trastornos neurológicos aducidos son discutibles científicamente y que tampoco está demostrado que justifiquen una medicación como la aplicada. Rara vez -por no decir nunca- se les informa de que no existen estudios sobre los efectos de la medicación a largo plazo, ni tampoco de que en los últimos años el TDAH se ha convertido en una enorme máquina de hacer dinero para algunas multinacionales farmacéuticas. Y rara vez se les dice a los padres, en definitiva, que el principio activo de referencia en el tratamiento del TDAH, el metilfenidato (comercializado como Ritalin y Concerta en Estados Unidos y como Rubifen y Concerta en España) es un potente inhibidor de la recaptación de dopamina (DA) y noradrenalina (NA), y está considerado como una de las drogas más adictivas que existen. "En términos más simples -puede leerse en la página web de la Agencia Antidroga Norteamericana (DEA)- los datos indican que ni animales ni humanos encuentran diferencia entre cocaína, anfetamina o metilfenidato cuando se administran de la misma manera a dosis comparables. Para abreviar, producen efectos que son casi idénticos". De ahí que los científicos más críticos con los enfoques actuales del TDAH suelan referirse al metilfenidato como cocaína pediátrica.
LO QUE SE DICE DEL TDAH A los padres españoles se les cuenta hoy que sus hijos pueden entrar dentro del grupo de niños diagnosticados con TDAH si durante seis meses o más presentan una serie de problemas de inatención, hiperactividad o impulsividad entre los que están: actividad excesiva e inapropiada, poca atención con trabajo escolar pobre y bajo rendimiento escolar, distracción fácil, dificultad para inhibir impulsos, falta de sociabilidad, baja autoestima y trastornos asociados como ansiedad, depresión y trastorno oposicional desafiante. Pero, ¿cuál es la causa real? El TDAH es en realidad una "dolencia" sin causa específica conocida. Sigue siendo un síndrome, es decir, un conjunto de síntomas -lo que implica una valoración subjetiva por parte del profesional- al que se ha dado injustificadamente categoría de "enfermedad". Sólo que la tesis de que detrás de este conjunto de síntomas se encuentra un trastorno neuronal verificable no sólo resulta discutible ante la falta de pruebas científicas irrefutables sino que es prácticamente ignorada a la hora del diagnóstico. La respuesta más común es que el TDAH puede deberse a una combinación de factores psicológicos, biológicos y ambientales sin olvidar, claro está, los factores genéticos; en definitiva, un cajón de sastre que resulta perfecto para justificar el tratamiento farmacológico. Por eso a pesar de la falta de concreción de una causa y con el apoyo sobre todo de los psiquiatras se ha optado por el uso de psicoestimulantes -principalmente el metilfenidato- para un "adecuado control" de los síntomas de esta joven enfermedad: menos de 50 años.
Del metilfenidato suelen contar que es un estimulante que mejora tanto la hiperactividad como la inatención y, por supuesto, que es un fármaco eficaz y seguro en el tratamiento de los niños con TDAH porque sus efectos secundarios suelen ser fácilmente controlables. Sirve, dicen, para disminuir las conductas impulsivas y la inquietud nerviosa, y aumenta la actividad de atención y la memoria mejorando la capacidad del niño para concentrarse en tareas repetitivas que demandan un esfuerzo mental sostenido y no están asociadas a una satisfacción inmediata. LO QUE SE OCULTA DEL TDAH Normalmente no se suele decir que las pruebas sobre la evidencia biológica de la enfermedad no son ni mucho menos concluyentes. De ahí que tenga tanto peso la subjetividad en el diagnóstico.
El neurólogo norteamericano Fred Baughman -una de las voces científicas más críticas sobre el actual enfoque del TDAH- aporta al debate algunas de las contestaciones recibidas a su constante petición de pruebas concluyentes sobre el TDAH como enfermedad: James M. Swanson -médico investigador del TDAH y miembro de CHADD Children & Adults with Attention-Deficit/Hyperactivity Disorder- le reconocería en 1998 durante una reunión de la American Society for Adolescent Psychiatry: "Me gustaría tener un diagnóstico objetivo para el desorden (TDAH). Ahora mismo el diagnóstico psiquiátrico es completamente subjetivo… Nos gustaría tener pruebas biológicas, un sueño de la Psiquiatría durante muchos años". El doctor Xavier Castellanos -del Instituto Nacional de Salud Mental- le respondería: "He notado sus críticas sobre la validez de diagnóstico del TDAH. Yo estoy de acuerdo en que no hemos encontrado la prueba específica para demostrar la patofisiología específica (la anormalidad) que nosotros creemos fundamental en esta condición". Y el doctor Lawrence Diller -médico de la Universidad de California- diría por su parte: "La razón por la que usted ha sido incapaz de obtener cualquier artículo o estudios en los que se presenten claras evidencias de una anormalidad física o química asociada con el TDAH es que no los hay. La búsqueda de un marcador biológico esta condenada de salida debido a las contradicciones y ambigüedades del diagnóstico de TDAH. Yo asemejo los esfuerzos por descubrir un marcador (anormalidad) a la búsqueda del Santo Grial" El Panel de Expertos de la Consensus Conference sobre el TDHA concluyó en 1998: "No tenemos una prueba independiente válida para el TDAH y no hay ningún dato que indique que el TDAH está motivado por un funcionamiento cerebral defectuoso". En un artículo titulado Cometiendo un asesinato Fred Baughman recuerda: "La Universidad del William B. Carey de Pennsylvania testificó después: 'Lo que se describe ahora más a menudo como TDAH en Estados Unidos parece ser un juego de variaciones conductuales normales... Esta diferencia pone la validez de la estructura del TDAH en duda'. Se han publicado cuatro estudios de Resonancia Magnética posteriormente. Aunque todos ellos utilizaron sujetos tratados con estimulantes los investigadores concluyeron que el 'tratamiento' con Ritalin y otras anfetaminas estaba causando atrofia en el cerebro, no que el TDAH es una enfermedad".
Ante todo esto Baughman envió una carta -el 15 de abril de 1998- a la entonces Fiscal General de Estados Unidos, Janet Reno, denunciando la situación: "El mayor fraude por lo que respecta al cuidado de salud en la historia americana es la falsedad de la existencia del Déficit de Atención y Desorden de Hiperactividad (ADHD) como una enfermedad real y la drogadicción de millones de niños americanos completamente normales". Y es que es indudable que el TDAH está resultando todo un negocio para las farmacéuticas. Se estima que el valor bruto de la producción anual de metilfenidato en 2005 habrá multiplicado al menos por diecisiete el correspondiente a 1990 -según las cifras previstas para ese año en Estados Unidos - pasando en ese período de menos de 2 toneladas a más de 30.
El metilfenidato es en la actualidad el psicotrópico bajo fiscalización internacional con mayor distribución en el circuito legal. Los ingresos derivados del mercado de drogas para el TDAH -incluyendo al metilfenidato y sus competidoras- alcanzan sólo en Estados Unidos valores superiores a los 3.100 millones de dólares según datos de la consultora IMS Health. Y así seguirán las cosas mientras la incidencia del TDAH siga creciendo. Y seguirá creciendo mientras la valoración sea subjetiva a pesar de que existe poca certeza sobre su utilidad. Ya en 1998 los Institutos Nacionales de la Salud en Estados Unidos celebraron una conferencia sobre el TDAH y su tratamiento concluyendo que los psicoestimulantes producen "una mejora pequeña en las habilidades académicas o sociales". El informe concluyó: "No hay información sobre el tratamiento a largo plazo ni sobre su eficacia ni sobre sus efectos adversos".
Pues bien, a pesar de la falta objetiva de resultados a medio y largo plazo, a pesar de que la DEA norteamericana coloca al metilfenidato al lado de las anfetaminas, las metanfetaminas, la cocaína y la morfina considerándola una de las drogas de carácter más adictivo que existe, a pesar de que produce -como demuestran diversos estudios clínicos- efectos conductuales, psicológicos y subjetivos similares a la cocaína... no sólo se sigue recetando alegremente sino que existe la impresión generalizada de que se trata de una enfermedad sobrediagnosticada. Es decir, se diagnostica como hiperactivos a niños que ni siquiera tienen realmente todos los síntomas del síndrome. De hecho el pasado 30 de septiembre el Comité de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño expresó en sus conclusiones -por iniciativa de Australia, Finlandia y Dinamarca- su "preocupación" por el hecho de que "el TDAH esté siendo mal diagnosticado y por consiguiente se estén sobreprescribiendo drogas psicoestimulantes a pesar de la evidencia creciente de los efectos dañinos de las mismas".
PELIGROS OCULTOS Y es que si al menos el metalfenidato sirviera para solucionar algo podría entenderse y hasta justificar tan floreciente negocio pero no es así. Además existen múltiples indicios sobre sus efectos dañinos. Algunos muy recientes: -El 28 de junio del 2005 un documento publicado en la web de la FDA anunciaba la identificación de posibles problemas de seguridad relacionados con los medicamentos elaborados a partir de metilfenidato. Específicamente notables eran los eventos adversos psiquiátricos relacionados con Concerta, Ritalin y otros medicamentos para tratar a los niños diagnosticados con TDAH. Según se explicaba el fármaco puede provocar alucinaciones visuales, ideas suicidas y comportamientos psicópatas así como agresividad y actitudes violentas. En vista de lo cual la FDA anunció su intención de hacer cambios en el etiquetado y reexaminar otras drogas estimulantes como las anfetaminas, aprobadas también para el tratamiento del TDAH. -El 7 de julio del 2005 el National Center on Addiction and Substance Abuse emitió un informe según el cual 15 millones de norteamericanos estaban tomando medicamentos analgésicos y drogas psiquiátricas tales como Xana-x, Ritalin y Adderall abusando de estas drogas más que de la cocaína, la heroína y las metanfetaminas combinadas. Es más, también 2,3 millones de adolescentes lo hacía.
El informe reflejó asimismo que el abuso en la adolescencia de las drogas de prescripción producía 12 veces más probabilidades de consumir heroína, 14 veces más de consumir éxtasis y 21 veces más de consumir cocaína que los adolescentes que no consumen esos medicamentos. -El 13 de septiembre del 2005 el Drug Effectiveness Review Project de la Oregon State University publicó un estudio cuestionando la efectividad de las drogas utilizadas para el tratamiento del TDAH. Los investigadores repasaron 2.287 estudios sobre esta "enfermedad" y publicaron un informe de 731 páginas en el que se concluía que la evidencia de que las drogas utilizadas para tratar el TDAH realmente funcionen o sean seguras a largo plazo o que, simplemente, ayuden a controlar la actuación es pequeña. -Y el 29 de septiembre -un día antes de la reunión del Comité de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño- la FDA ordenó que en las cajas de los medicamentos utilizados para el tratamiento del TDHA fueran colocadas cajas negras de advertencia después de admitir que los ensayos clínicos las relacionan "con pensamientos y conductas suicidas".
La FDA indicó que las nuevas advertencias son producto de una revisión continuada de todas las drogas utilizadas y su posible asociación con tendencias suicidas. Seguro además que en el peregrinar por los consultorios en busca de ayuda a ningún padre se le ha invitado a visitar www.ritalindeath.com, una web que fue creada "en memoria de los niños que han muerto como consecuencia del uso de drogas para tratar el Desorden de Déficit de Atención y el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad, y las muchas familias que quedaron atrás sufriendo sin encontrar responsables". En ella, además de mucha información sobre la enfermedad que no se cuenta habitualmente, pueden leerse dramáticas historias sobre cómo este tipo de medicamentos pueden llegar a afectar a la salud llevando incluso a algunos niños y adolescentes hasta la muerte: "Las drogas tipo anfetamina como Ritalin, Adderall y Dexedrine, los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (SSRI)- como Prozac, Zoloft, Paxil y Luvox- y los nuevos inhibidores de recaptación de norepinefrina pueden causar efectos colaterales serios. Éstos pueden incluir suicidio, problemas cardíacos como arritmias, hipertensión, deficiencias cardíacas y muerte. Estas drogas también pueden causar síntomas emocionales como psicosis, agitación, agresión, hostilidad, ansiedad y alucinaciones".
LO QUE PREFIERE IGNORARSE Se podría decir, en suma, que al igual que en su día ocurriera con el Vioxx cada vez son más las alarmas respecto al uso de estos medicamentos. De hecho, desde hace años se vienen señalando distintos efectos negativos del metilfenidato: -Borcherding y otros (1990) encontraron que el 51% de los niños que tomaban dextroanfetaminas y metilfenidato desarrollaban obsesión y compulsión. -Barkley y otros (1990) descubrieron propensión al llanto en el 10% de los niños que consumían dosis bajas del metilfenidato. -Mayes y otros (1994) descubrieron que el 20% de los niños se volvían letárgicos, adormilados, cansados, deprimidos, atontados, sometidos e inactivos. -Schachar y otros (1997) documentaron que el 10% de los niños padecían efectos secundarios severos, marcada alteración de conducta, tristeza, deterioro mental, irritabilidad, retiro, letargo, comportamiento violento, manía y disforia. -Castellanos y otros (1997) encontraron que el 25% de los niños bajo el metilfenidato desarrollaban reacciones adversas y comportamiento obsesivo-compulsivo. -Firestone y otros. (1998) descubrieron que el metilfenidato causaba deterioro marcado donde el 69% se entristecía y el 62% perdía el interés. Y así muchos más. En síntesis y según conclusión de Peter R. Breggin, médico psiquiatra de Harvard y Director del Centro Internacional para el Estudio de Psiquiatría y Psicología (ICSPP): "Millones de niños en Norteamérica son diagnosticados con trastornos de Déficit de Atención e Hiperactividad y tratados con psicoestimulantes como el metilfenidato, la dextroanfetamina y la metanfetamina.
Drogas que producen una continua toxicidad en el sistema nervioso central que empieza con un aumento de energía, hiperatención y sofrefocalización en las actividades de la repetición y progresa hacia actividades obsesivo-compulsivas o perseverativas, insomnio, agitación, hipomanías, manías y a veces ataques. Normalmente también resultan en apatía, retiro social, depresión emocional y docilidad. Los psicoestimulantes también causan abandono físico, incluso rechazo y dependencia. Inhiben el crecimiento y producen diversos trastornos cerebrales, algunos de los cuales pueden volverse irreversibles. Los efectos 'terapéuticos' de los estimulantes son una expresión directa de su toxicidad.
La investigación en animales y seres humanos indica que estas drogas suprimen a menudo las conductas espontáneas y sociales promoviendo conductas obsesivo-compulsivas. Estos adversos efectos de la droga hacen a los psicoestimulantes aparentemente útiles para controlar la conducta de los niños, sobre todo en ambientes altamente estructurados que no atienden sus necesidades genuinas". Breggin ha declarado ante el Congreso de Estados Unidos sobre los efectos del Ritalin y ha apoyado con su testimonio científico algunas demandas de padres que consideran responsables de la muerte de sus hijos a estos medicamentos. "La razón por la que estas drogas han encontrado resonancia entre los psicólogos y educadores del mundo es porque prometen resolver la falta de atención, rebelión, protesta e inquietud de esos jóvenes considerados como difíciles de controlar por los educadores o por los padres. ¿Qué cosa podría ser 'mejor' para un padre o educador desesperado e irresponsable que tener la licencia médica para 'controlar' a un niño que nadie sabe manejar con una pildorita mágica? ¿Qué cosa podría 'superar' a un somnífero hipnótico en un neonato que no ha permitido que sus padres cierren las pestañas en los últimos dos meses?" Quien esto plantea es José Olalde, creador de la Medicina Sistémica (tiene más información sobre ella en nuestra web www.dsalud.com así como en www.adaptogeno.com) y autor de una serie de artículos demoledores sobre el tema agrupados bajo el título La estafa del siglo que apuntan a la necesidad de buscar de inmediato nuevos planteamientos y soluciones.
LA NECESIDAD DE UN REPLANTEAMIENTO Y si no estamos ante una enfermedad, ¿qué les está ocurriendo entonces a tantos niños y adolescentes? Para empezar, desde el punto de vista físico es probable que se estén confundiendo los síntomas del TDAH con los de otras muchas patologías que provocan reacciones similares (vea el recuadro adjunto), entre ellas muchas relacionadas con la dieta. Y desde un punto de vista emocional que no estemos sabiendo leer correctamente las necesidades del niño al enfocarlas desde el punto de vista de nuestras necesidades y nuestro tiempo. El TDAH puede esconder la manifestación fisiológica de un síndrome mental temporal por sufrir el niño o el adolescente maltrato físico y/o psicológico, falta de afecto, trato injusto de sus padres o educadores, vejaciones, amenazas, etc., además de estar sometidos a una ingesta excesiva de cafeína, azúcar y gas -habitual en las bebidas modernas-, aditivos tóxicos presentes en los alimentos -especialmente el glutamato monosódico- y productos de higiene -causan alergias y numerosas disfunciones fisiológicas-, malnutrición o consumo de carbohidratos refinados y lácteos, entre otras causas. Juan Pundink, psicoanalista, presidente de la Escuela Española de Psicoterapia y Psicoanálisis, director de la organización Filium y autor de un libro que en breve aparecerá sobre el tema -El niño hiperactivo, déficit de atención y fracaso escolar. Guía para padres y docentes- señalaba en un artículo titulado Alarma internacional por las dramáticas consecuencias del uso de psicofármacos en niños lo siguiente: "La supuesta sintomatología se obtiene diagnosticando como patológica la normal necesidad del niño de atención, movimiento, juego y habla. Los niños pequeños no pueden ser silenciados y paralizados si no a costa de su desarrollo físico, emocional e intelectual. Aquellos que no estén dispuestos a permitir que los niños desarrollen sus necesidades naturales deberían renunciar a engendrarlos, a criarlos y a ser sus docentes o cuidadores.
Las drogas psicotrópicas se han convertido en un intento de solucionar problemas de disciplina en colegios, de amordazar a los niños en el hogar y de sustituir la consulta al psicólogo y al psicoanalista que los seguros médicos no cubren". En esta línea -de entender el TDAH como un problema del entorno del niño y no del niño- el doctor Sami Timimi postulaba en un artículo publicado en el British Medical Journal of Psychiatri que el comportamiento del niño se clasifica como "desorden" debido a las convenciones sociales sobre lo que se considera comportamiento normal y anormal. Explicando que quienes se encuentran en el extremo del espectro de inquietud e inatención son considerados problemáticos y se les da una "etiqueta" médica. "Ante las proporciones de epidemia que está alcanzando ya el diagnóstico del TDAH -puede leerse en el artículo- es necesario aplicar una perspectiva cultural que explique su reciente expansión.
La inmadurez de los niños es un hecho biológico pero la forma en que esta inmadurez es entendida y convertida en 'significativa' es un hecho cultural. En la cultura occidental moderna muchos factores afectan a la salud mental de los niños y sus familias de manera negativa. Éstos incluyen la pérdida del apoyo familiar, la culpabilidad de la madre (las madres normalmente son quienes se echan sobre las espaldas la responsabilidad por sus niños), la presión en las escuelas, una ruptura en la autoridad moral de los adultos, los padres y la contradicción sobre la disciplina, la ocupada e hiperactiva vida familiar y un sistema de valor económico que acentúa individualidad, competitividad e independencia. Añádase a ello una industria farmacéutica dependiente de sus ganancias y una profesión de alto estatus que busca nuevos papeles y ya tenemos las condiciones culturales ideales para el nacimiento y propagación de la estructura del TDAH".
El ya citado doctor Breggin, en su libro Talking Back to Ritalin, asevera también que la mayoría de las causas por las que se etiqueta errónea y masivamente a millones de niños con el "síndrome" del Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) son falsas. Según Breggin las pseudocausas utilizadas para drogar a niños son en su mayoría expresiones normales de niños normales aburridos, frustrados, asustados, enojados, traumatizados, indisciplinados o solitarios. Agregando que en algunos casos se trata de estudiantes atrasados o muy adelantados en las clases o con la necesidad de una atención especial, no de drogas. "Uno de los más graves riesgos es que los psicoestimulantes -escribe Breggin- tendrán un efecto intencionado en el niño que suprimirá la conducta autónoma, espontánea, social y juguetona provocando complacencia, docilidad, una sobrefocalización obsesiva y una conducta repetitiva.
El uso extendido de estimulantes habilita a los adultos a dominar y controlar a los niños sin mejorar su propia condición de padre o profesor y sin mejorar la estructura de la familia, de la sociedad y de los sistemas educativos. Sería mejor satisfacer las necesidades genuinas de los niños para conseguir una atención más eficaz, ilustrada y afectuosa en la casa, escuela o comunidad. El beneficio limitado, cuestionable y polémico de las drogas estimulantes parece palidecer al lado de sus supresores efectos mentales y muchas reacciones adversas, incluyendo el trastorno del cerebro persistente y, potencialmente, el daño irreversible del sistema nervioso central. Las intervenciones farmacológicas en el cerebro para suprimir la conducta espontánea y promover la obsesiva están equivocadas desde el principio. Bastante conocida es ya la falta de beneficios y el impacto negativo de los estimulantes como para dejar que se prescriban para el TDAH o para el control de cualquier síntoma o conducta en los niños".
Todo ello sin olvidar que el abuso del metilfenidato puede llevar a un contacto muy peligroso con el mundo de la droga. "Los adolescentes están dando y están vendiendo su medicación de metilfenidato a los amigos y compañeros de clase que frecuentemente aplastan las tabletas y absorben el polvo como la cocaína -puede leerse en la web de la DEA-. Informes puntuales de estudiantes en los campus de la universidad indican que el metilfenidato está usándose como ayuda para el estudio y como droga de fiesta de la misma manera que la anfetamina se usó en los campus en los años sesenta". ¿Es esto lo que queremos para nuestros hijos? Plantéense los padres tras leer todo lo dicho si a su juicio se justifica dar tales fármacos a sus hijos en el caso de que alguien les diagnostique que sufren TDAH. En primer lugar porque ni siquiera está científicamente constatado que tal "enfermedad" exista; y en segundo lugar porque ello puede conducirles a la senda de la cocaína pediátrica, al deterioro físico y mental irreversible o, sencillamente, a la muerte.
Es una epidemia silenciosa que cada vez atrapa a más niños. Según se señaló recientemente en las III Jornadas de Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad -organizadas en diciembre por la Oficina Regional de Coordinación de Salud Mental de Madrid- uno de cada veinte niños españoles sufre este trastorno; o, lo que es lo mismo, el 5% de los niños españoles sufre TDAH. Ante esta epidemia a nadie parece extrañarle que la primera respuesta sea la farmacológica. De hecho un 64% de los médicos apuesta por el tratamiento farmacológico frente a la hiperactividad según la Encuesta del Instituto de Estudios Médico Científicos entre médicos, padres y profesores sobre el grado de conocimiento del TDAH. Las "razones" son que la falta de control con medicamentos podría producir en los niños otros "trastornos" colaterales como trastorno oposicionista desafiante, trastorno disocial, trastornos emocionales (del estado de ánimo y de ansiedad), patologías de la comunicación, retrasos específicos del desarrollo motor y del lenguaje, trastornos del aprendizaje, tics y síndrome de Tourette.
Ante este negro panorama que se les presenta no es extraño que la mayoría de los padres acaben medicando a sus hijos solo que cuando se les informa lo que les cuentan es habitualmente una verdad incompleta y, por tanto, una flagrante mentira. Para empezar, rara vez se les dice que hay científicos que ni siquiera considera el TDAH una enfermedad, que los trastornos neurológicos aducidos son discutibles científicamente y que tampoco está demostrado que justifiquen una medicación como la aplicada. Rara vez -por no decir nunca- se les informa de que no existen estudios sobre los efectos de la medicación a largo plazo, ni tampoco de que en los últimos años el TDAH se ha convertido en una enorme máquina de hacer dinero para algunas multinacionales farmacéuticas. Y rara vez se les dice a los padres, en definitiva, que el principio activo de referencia en el tratamiento del TDAH, el metilfenidato (comercializado como Ritalin y Concerta en Estados Unidos y como Rubifen y Concerta en España) es un potente inhibidor de la recaptación de dopamina (DA) y noradrenalina (NA), y está considerado como una de las drogas más adictivas que existen. "En términos más simples -puede leerse en la página web de la Agencia Antidroga Norteamericana (DEA)- los datos indican que ni animales ni humanos encuentran diferencia entre cocaína, anfetamina o metilfenidato cuando se administran de la misma manera a dosis comparables. Para abreviar, producen efectos que son casi idénticos". De ahí que los científicos más críticos con los enfoques actuales del TDAH suelan referirse al metilfenidato como cocaína pediátrica.
LO QUE SE DICE DEL TDAH A los padres españoles se les cuenta hoy que sus hijos pueden entrar dentro del grupo de niños diagnosticados con TDAH si durante seis meses o más presentan una serie de problemas de inatención, hiperactividad o impulsividad entre los que están: actividad excesiva e inapropiada, poca atención con trabajo escolar pobre y bajo rendimiento escolar, distracción fácil, dificultad para inhibir impulsos, falta de sociabilidad, baja autoestima y trastornos asociados como ansiedad, depresión y trastorno oposicional desafiante. Pero, ¿cuál es la causa real? El TDAH es en realidad una "dolencia" sin causa específica conocida. Sigue siendo un síndrome, es decir, un conjunto de síntomas -lo que implica una valoración subjetiva por parte del profesional- al que se ha dado injustificadamente categoría de "enfermedad". Sólo que la tesis de que detrás de este conjunto de síntomas se encuentra un trastorno neuronal verificable no sólo resulta discutible ante la falta de pruebas científicas irrefutables sino que es prácticamente ignorada a la hora del diagnóstico. La respuesta más común es que el TDAH puede deberse a una combinación de factores psicológicos, biológicos y ambientales sin olvidar, claro está, los factores genéticos; en definitiva, un cajón de sastre que resulta perfecto para justificar el tratamiento farmacológico. Por eso a pesar de la falta de concreción de una causa y con el apoyo sobre todo de los psiquiatras se ha optado por el uso de psicoestimulantes -principalmente el metilfenidato- para un "adecuado control" de los síntomas de esta joven enfermedad: menos de 50 años.
Del metilfenidato suelen contar que es un estimulante que mejora tanto la hiperactividad como la inatención y, por supuesto, que es un fármaco eficaz y seguro en el tratamiento de los niños con TDAH porque sus efectos secundarios suelen ser fácilmente controlables. Sirve, dicen, para disminuir las conductas impulsivas y la inquietud nerviosa, y aumenta la actividad de atención y la memoria mejorando la capacidad del niño para concentrarse en tareas repetitivas que demandan un esfuerzo mental sostenido y no están asociadas a una satisfacción inmediata. LO QUE SE OCULTA DEL TDAH Normalmente no se suele decir que las pruebas sobre la evidencia biológica de la enfermedad no son ni mucho menos concluyentes. De ahí que tenga tanto peso la subjetividad en el diagnóstico.
El neurólogo norteamericano Fred Baughman -una de las voces científicas más críticas sobre el actual enfoque del TDAH- aporta al debate algunas de las contestaciones recibidas a su constante petición de pruebas concluyentes sobre el TDAH como enfermedad: James M. Swanson -médico investigador del TDAH y miembro de CHADD Children & Adults with Attention-Deficit/Hyperactivity Disorder- le reconocería en 1998 durante una reunión de la American Society for Adolescent Psychiatry: "Me gustaría tener un diagnóstico objetivo para el desorden (TDAH). Ahora mismo el diagnóstico psiquiátrico es completamente subjetivo… Nos gustaría tener pruebas biológicas, un sueño de la Psiquiatría durante muchos años". El doctor Xavier Castellanos -del Instituto Nacional de Salud Mental- le respondería: "He notado sus críticas sobre la validez de diagnóstico del TDAH. Yo estoy de acuerdo en que no hemos encontrado la prueba específica para demostrar la patofisiología específica (la anormalidad) que nosotros creemos fundamental en esta condición". Y el doctor Lawrence Diller -médico de la Universidad de California- diría por su parte: "La razón por la que usted ha sido incapaz de obtener cualquier artículo o estudios en los que se presenten claras evidencias de una anormalidad física o química asociada con el TDAH es que no los hay. La búsqueda de un marcador biológico esta condenada de salida debido a las contradicciones y ambigüedades del diagnóstico de TDAH. Yo asemejo los esfuerzos por descubrir un marcador (anormalidad) a la búsqueda del Santo Grial" El Panel de Expertos de la Consensus Conference sobre el TDHA concluyó en 1998: "No tenemos una prueba independiente válida para el TDAH y no hay ningún dato que indique que el TDAH está motivado por un funcionamiento cerebral defectuoso". En un artículo titulado Cometiendo un asesinato Fred Baughman recuerda: "La Universidad del William B. Carey de Pennsylvania testificó después: 'Lo que se describe ahora más a menudo como TDAH en Estados Unidos parece ser un juego de variaciones conductuales normales... Esta diferencia pone la validez de la estructura del TDAH en duda'. Se han publicado cuatro estudios de Resonancia Magnética posteriormente. Aunque todos ellos utilizaron sujetos tratados con estimulantes los investigadores concluyeron que el 'tratamiento' con Ritalin y otras anfetaminas estaba causando atrofia en el cerebro, no que el TDAH es una enfermedad".
Ante todo esto Baughman envió una carta -el 15 de abril de 1998- a la entonces Fiscal General de Estados Unidos, Janet Reno, denunciando la situación: "El mayor fraude por lo que respecta al cuidado de salud en la historia americana es la falsedad de la existencia del Déficit de Atención y Desorden de Hiperactividad (ADHD) como una enfermedad real y la drogadicción de millones de niños americanos completamente normales". Y es que es indudable que el TDAH está resultando todo un negocio para las farmacéuticas. Se estima que el valor bruto de la producción anual de metilfenidato en 2005 habrá multiplicado al menos por diecisiete el correspondiente a 1990 -según las cifras previstas para ese año en Estados Unidos - pasando en ese período de menos de 2 toneladas a más de 30.
El metilfenidato es en la actualidad el psicotrópico bajo fiscalización internacional con mayor distribución en el circuito legal. Los ingresos derivados del mercado de drogas para el TDAH -incluyendo al metilfenidato y sus competidoras- alcanzan sólo en Estados Unidos valores superiores a los 3.100 millones de dólares según datos de la consultora IMS Health. Y así seguirán las cosas mientras la incidencia del TDAH siga creciendo. Y seguirá creciendo mientras la valoración sea subjetiva a pesar de que existe poca certeza sobre su utilidad. Ya en 1998 los Institutos Nacionales de la Salud en Estados Unidos celebraron una conferencia sobre el TDAH y su tratamiento concluyendo que los psicoestimulantes producen "una mejora pequeña en las habilidades académicas o sociales". El informe concluyó: "No hay información sobre el tratamiento a largo plazo ni sobre su eficacia ni sobre sus efectos adversos".
Pues bien, a pesar de la falta objetiva de resultados a medio y largo plazo, a pesar de que la DEA norteamericana coloca al metilfenidato al lado de las anfetaminas, las metanfetaminas, la cocaína y la morfina considerándola una de las drogas de carácter más adictivo que existe, a pesar de que produce -como demuestran diversos estudios clínicos- efectos conductuales, psicológicos y subjetivos similares a la cocaína... no sólo se sigue recetando alegremente sino que existe la impresión generalizada de que se trata de una enfermedad sobrediagnosticada. Es decir, se diagnostica como hiperactivos a niños que ni siquiera tienen realmente todos los síntomas del síndrome. De hecho el pasado 30 de septiembre el Comité de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño expresó en sus conclusiones -por iniciativa de Australia, Finlandia y Dinamarca- su "preocupación" por el hecho de que "el TDAH esté siendo mal diagnosticado y por consiguiente se estén sobreprescribiendo drogas psicoestimulantes a pesar de la evidencia creciente de los efectos dañinos de las mismas".
PELIGROS OCULTOS Y es que si al menos el metalfenidato sirviera para solucionar algo podría entenderse y hasta justificar tan floreciente negocio pero no es así. Además existen múltiples indicios sobre sus efectos dañinos. Algunos muy recientes: -El 28 de junio del 2005 un documento publicado en la web de la FDA anunciaba la identificación de posibles problemas de seguridad relacionados con los medicamentos elaborados a partir de metilfenidato. Específicamente notables eran los eventos adversos psiquiátricos relacionados con Concerta, Ritalin y otros medicamentos para tratar a los niños diagnosticados con TDAH. Según se explicaba el fármaco puede provocar alucinaciones visuales, ideas suicidas y comportamientos psicópatas así como agresividad y actitudes violentas. En vista de lo cual la FDA anunció su intención de hacer cambios en el etiquetado y reexaminar otras drogas estimulantes como las anfetaminas, aprobadas también para el tratamiento del TDAH. -El 7 de julio del 2005 el National Center on Addiction and Substance Abuse emitió un informe según el cual 15 millones de norteamericanos estaban tomando medicamentos analgésicos y drogas psiquiátricas tales como Xana-x, Ritalin y Adderall abusando de estas drogas más que de la cocaína, la heroína y las metanfetaminas combinadas. Es más, también 2,3 millones de adolescentes lo hacía.
El informe reflejó asimismo que el abuso en la adolescencia de las drogas de prescripción producía 12 veces más probabilidades de consumir heroína, 14 veces más de consumir éxtasis y 21 veces más de consumir cocaína que los adolescentes que no consumen esos medicamentos. -El 13 de septiembre del 2005 el Drug Effectiveness Review Project de la Oregon State University publicó un estudio cuestionando la efectividad de las drogas utilizadas para el tratamiento del TDAH. Los investigadores repasaron 2.287 estudios sobre esta "enfermedad" y publicaron un informe de 731 páginas en el que se concluía que la evidencia de que las drogas utilizadas para tratar el TDAH realmente funcionen o sean seguras a largo plazo o que, simplemente, ayuden a controlar la actuación es pequeña. -Y el 29 de septiembre -un día antes de la reunión del Comité de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño- la FDA ordenó que en las cajas de los medicamentos utilizados para el tratamiento del TDHA fueran colocadas cajas negras de advertencia después de admitir que los ensayos clínicos las relacionan "con pensamientos y conductas suicidas".
La FDA indicó que las nuevas advertencias son producto de una revisión continuada de todas las drogas utilizadas y su posible asociación con tendencias suicidas. Seguro además que en el peregrinar por los consultorios en busca de ayuda a ningún padre se le ha invitado a visitar www.ritalindeath.com, una web que fue creada "en memoria de los niños que han muerto como consecuencia del uso de drogas para tratar el Desorden de Déficit de Atención y el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad, y las muchas familias que quedaron atrás sufriendo sin encontrar responsables". En ella, además de mucha información sobre la enfermedad que no se cuenta habitualmente, pueden leerse dramáticas historias sobre cómo este tipo de medicamentos pueden llegar a afectar a la salud llevando incluso a algunos niños y adolescentes hasta la muerte: "Las drogas tipo anfetamina como Ritalin, Adderall y Dexedrine, los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (SSRI)- como Prozac, Zoloft, Paxil y Luvox- y los nuevos inhibidores de recaptación de norepinefrina pueden causar efectos colaterales serios. Éstos pueden incluir suicidio, problemas cardíacos como arritmias, hipertensión, deficiencias cardíacas y muerte. Estas drogas también pueden causar síntomas emocionales como psicosis, agitación, agresión, hostilidad, ansiedad y alucinaciones".
LO QUE PREFIERE IGNORARSE Se podría decir, en suma, que al igual que en su día ocurriera con el Vioxx cada vez son más las alarmas respecto al uso de estos medicamentos. De hecho, desde hace años se vienen señalando distintos efectos negativos del metilfenidato: -Borcherding y otros (1990) encontraron que el 51% de los niños que tomaban dextroanfetaminas y metilfenidato desarrollaban obsesión y compulsión. -Barkley y otros (1990) descubrieron propensión al llanto en el 10% de los niños que consumían dosis bajas del metilfenidato. -Mayes y otros (1994) descubrieron que el 20% de los niños se volvían letárgicos, adormilados, cansados, deprimidos, atontados, sometidos e inactivos. -Schachar y otros (1997) documentaron que el 10% de los niños padecían efectos secundarios severos, marcada alteración de conducta, tristeza, deterioro mental, irritabilidad, retiro, letargo, comportamiento violento, manía y disforia. -Castellanos y otros (1997) encontraron que el 25% de los niños bajo el metilfenidato desarrollaban reacciones adversas y comportamiento obsesivo-compulsivo. -Firestone y otros. (1998) descubrieron que el metilfenidato causaba deterioro marcado donde el 69% se entristecía y el 62% perdía el interés. Y así muchos más. En síntesis y según conclusión de Peter R. Breggin, médico psiquiatra de Harvard y Director del Centro Internacional para el Estudio de Psiquiatría y Psicología (ICSPP): "Millones de niños en Norteamérica son diagnosticados con trastornos de Déficit de Atención e Hiperactividad y tratados con psicoestimulantes como el metilfenidato, la dextroanfetamina y la metanfetamina.
Drogas que producen una continua toxicidad en el sistema nervioso central que empieza con un aumento de energía, hiperatención y sofrefocalización en las actividades de la repetición y progresa hacia actividades obsesivo-compulsivas o perseverativas, insomnio, agitación, hipomanías, manías y a veces ataques. Normalmente también resultan en apatía, retiro social, depresión emocional y docilidad. Los psicoestimulantes también causan abandono físico, incluso rechazo y dependencia. Inhiben el crecimiento y producen diversos trastornos cerebrales, algunos de los cuales pueden volverse irreversibles. Los efectos 'terapéuticos' de los estimulantes son una expresión directa de su toxicidad.
La investigación en animales y seres humanos indica que estas drogas suprimen a menudo las conductas espontáneas y sociales promoviendo conductas obsesivo-compulsivas. Estos adversos efectos de la droga hacen a los psicoestimulantes aparentemente útiles para controlar la conducta de los niños, sobre todo en ambientes altamente estructurados que no atienden sus necesidades genuinas". Breggin ha declarado ante el Congreso de Estados Unidos sobre los efectos del Ritalin y ha apoyado con su testimonio científico algunas demandas de padres que consideran responsables de la muerte de sus hijos a estos medicamentos. "La razón por la que estas drogas han encontrado resonancia entre los psicólogos y educadores del mundo es porque prometen resolver la falta de atención, rebelión, protesta e inquietud de esos jóvenes considerados como difíciles de controlar por los educadores o por los padres. ¿Qué cosa podría ser 'mejor' para un padre o educador desesperado e irresponsable que tener la licencia médica para 'controlar' a un niño que nadie sabe manejar con una pildorita mágica? ¿Qué cosa podría 'superar' a un somnífero hipnótico en un neonato que no ha permitido que sus padres cierren las pestañas en los últimos dos meses?" Quien esto plantea es José Olalde, creador de la Medicina Sistémica (tiene más información sobre ella en nuestra web www.dsalud.com así como en www.adaptogeno.com) y autor de una serie de artículos demoledores sobre el tema agrupados bajo el título La estafa del siglo que apuntan a la necesidad de buscar de inmediato nuevos planteamientos y soluciones.
LA NECESIDAD DE UN REPLANTEAMIENTO Y si no estamos ante una enfermedad, ¿qué les está ocurriendo entonces a tantos niños y adolescentes? Para empezar, desde el punto de vista físico es probable que se estén confundiendo los síntomas del TDAH con los de otras muchas patologías que provocan reacciones similares (vea el recuadro adjunto), entre ellas muchas relacionadas con la dieta. Y desde un punto de vista emocional que no estemos sabiendo leer correctamente las necesidades del niño al enfocarlas desde el punto de vista de nuestras necesidades y nuestro tiempo. El TDAH puede esconder la manifestación fisiológica de un síndrome mental temporal por sufrir el niño o el adolescente maltrato físico y/o psicológico, falta de afecto, trato injusto de sus padres o educadores, vejaciones, amenazas, etc., además de estar sometidos a una ingesta excesiva de cafeína, azúcar y gas -habitual en las bebidas modernas-, aditivos tóxicos presentes en los alimentos -especialmente el glutamato monosódico- y productos de higiene -causan alergias y numerosas disfunciones fisiológicas-, malnutrición o consumo de carbohidratos refinados y lácteos, entre otras causas. Juan Pundink, psicoanalista, presidente de la Escuela Española de Psicoterapia y Psicoanálisis, director de la organización Filium y autor de un libro que en breve aparecerá sobre el tema -El niño hiperactivo, déficit de atención y fracaso escolar. Guía para padres y docentes- señalaba en un artículo titulado Alarma internacional por las dramáticas consecuencias del uso de psicofármacos en niños lo siguiente: "La supuesta sintomatología se obtiene diagnosticando como patológica la normal necesidad del niño de atención, movimiento, juego y habla. Los niños pequeños no pueden ser silenciados y paralizados si no a costa de su desarrollo físico, emocional e intelectual. Aquellos que no estén dispuestos a permitir que los niños desarrollen sus necesidades naturales deberían renunciar a engendrarlos, a criarlos y a ser sus docentes o cuidadores.
Las drogas psicotrópicas se han convertido en un intento de solucionar problemas de disciplina en colegios, de amordazar a los niños en el hogar y de sustituir la consulta al psicólogo y al psicoanalista que los seguros médicos no cubren". En esta línea -de entender el TDAH como un problema del entorno del niño y no del niño- el doctor Sami Timimi postulaba en un artículo publicado en el British Medical Journal of Psychiatri que el comportamiento del niño se clasifica como "desorden" debido a las convenciones sociales sobre lo que se considera comportamiento normal y anormal. Explicando que quienes se encuentran en el extremo del espectro de inquietud e inatención son considerados problemáticos y se les da una "etiqueta" médica. "Ante las proporciones de epidemia que está alcanzando ya el diagnóstico del TDAH -puede leerse en el artículo- es necesario aplicar una perspectiva cultural que explique su reciente expansión.
La inmadurez de los niños es un hecho biológico pero la forma en que esta inmadurez es entendida y convertida en 'significativa' es un hecho cultural. En la cultura occidental moderna muchos factores afectan a la salud mental de los niños y sus familias de manera negativa. Éstos incluyen la pérdida del apoyo familiar, la culpabilidad de la madre (las madres normalmente son quienes se echan sobre las espaldas la responsabilidad por sus niños), la presión en las escuelas, una ruptura en la autoridad moral de los adultos, los padres y la contradicción sobre la disciplina, la ocupada e hiperactiva vida familiar y un sistema de valor económico que acentúa individualidad, competitividad e independencia. Añádase a ello una industria farmacéutica dependiente de sus ganancias y una profesión de alto estatus que busca nuevos papeles y ya tenemos las condiciones culturales ideales para el nacimiento y propagación de la estructura del TDAH".
El ya citado doctor Breggin, en su libro Talking Back to Ritalin, asevera también que la mayoría de las causas por las que se etiqueta errónea y masivamente a millones de niños con el "síndrome" del Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) son falsas. Según Breggin las pseudocausas utilizadas para drogar a niños son en su mayoría expresiones normales de niños normales aburridos, frustrados, asustados, enojados, traumatizados, indisciplinados o solitarios. Agregando que en algunos casos se trata de estudiantes atrasados o muy adelantados en las clases o con la necesidad de una atención especial, no de drogas. "Uno de los más graves riesgos es que los psicoestimulantes -escribe Breggin- tendrán un efecto intencionado en el niño que suprimirá la conducta autónoma, espontánea, social y juguetona provocando complacencia, docilidad, una sobrefocalización obsesiva y una conducta repetitiva.
El uso extendido de estimulantes habilita a los adultos a dominar y controlar a los niños sin mejorar su propia condición de padre o profesor y sin mejorar la estructura de la familia, de la sociedad y de los sistemas educativos. Sería mejor satisfacer las necesidades genuinas de los niños para conseguir una atención más eficaz, ilustrada y afectuosa en la casa, escuela o comunidad. El beneficio limitado, cuestionable y polémico de las drogas estimulantes parece palidecer al lado de sus supresores efectos mentales y muchas reacciones adversas, incluyendo el trastorno del cerebro persistente y, potencialmente, el daño irreversible del sistema nervioso central. Las intervenciones farmacológicas en el cerebro para suprimir la conducta espontánea y promover la obsesiva están equivocadas desde el principio. Bastante conocida es ya la falta de beneficios y el impacto negativo de los estimulantes como para dejar que se prescriban para el TDAH o para el control de cualquier síntoma o conducta en los niños".
Todo ello sin olvidar que el abuso del metilfenidato puede llevar a un contacto muy peligroso con el mundo de la droga. "Los adolescentes están dando y están vendiendo su medicación de metilfenidato a los amigos y compañeros de clase que frecuentemente aplastan las tabletas y absorben el polvo como la cocaína -puede leerse en la web de la DEA-. Informes puntuales de estudiantes en los campus de la universidad indican que el metilfenidato está usándose como ayuda para el estudio y como droga de fiesta de la misma manera que la anfetamina se usó en los campus en los años sesenta". ¿Es esto lo que queremos para nuestros hijos? Plantéense los padres tras leer todo lo dicho si a su juicio se justifica dar tales fármacos a sus hijos en el caso de que alguien les diagnostique que sufren TDAH. En primer lugar porque ni siquiera está científicamente constatado que tal "enfermedad" exista; y en segundo lugar porque ello puede conducirles a la senda de la cocaína pediátrica, al deterioro físico y mental irreversible o, sencillamente, a la muerte.
mado
de http://www.dsalud.com/numero80_3.htm