Hasta la fecha no se cuenta con un solo marcador biológico que tenga la suficiente
especificidad como para ser incluido dentro de los criterios diagnósticos en ningún trastorno psiquiátrico
Es muy frustrante para el modelo psicopatológico aceptar que
ha errado el objeto de análisis y que las pesquisas interpretativas una y otra
vez han resultado fallidas.
Los marcadores biológicos no están disponibles en la
psiquiatría y que es improbable que la investigación biológica sea informativa
para la comprensión de lo que denomina «síntomas mentales».
A día de hoy la psicología no se ha despojado del peso
muerto que supone la terminología psiquiátrica: términos como "psicología
clínica o psicoterapia", o manuales diagnósticos como el CIE-10 o el
DSM-IV lo atestiguan claramente; si bien, por pura urgencia comunicativa, los
manuales diagnósticos han evolucionado desde categorías globalizadoras hacia
categorías cada vez más descriptivas.
Por lo anterior, el diagnóstico psiquiátrico no es inútil
para el analista conductual dado que se basa en las características
morfológicas de la conducta y no en las propiedades funcionales de esta,
conocimiento sin el cual se hace imposible la modificación del comportamiento.
Sirven para hacer informes y comunicarnos con entidades y
grupos profesionales imbuidos de una concepción mentalista y dualista de la
conducta humana, en ese sentido su conocimiento debe ser considerado como una
"habilidad profesional" que el analista de conducta habrá de dominar
y ejercer en determinadas ocasiones.
Pero, aparte de la inadecuación científica y tecnológica de la nosología (descripción, diferenciación y clasificación de enfermedades) psiquiátrica al campo del análisis y modificación de conducta, la utilización de etiquetas (Autismo, esquizofrenia, ansiedad, depresión, tdah, etc.) puede tener graves riesgos e inconvenientes. Los señalamos a continuación:
No proporcionan información útil. Como señalábamos solo
informan de morfologías de comportamiento, no de relaciones funcionales. Por
ello no sirven para modificar el comportamiento de las personas.
Dificultan la comunicación profesional al prestarse a
múltiples interpretaciones. Esto en contra del argumento habitual a su favor
que se suele utilizar.
Ensombrecen comportamientos competentes que pueden desmentir
la etiqueta por ser estas generalizaciones.
Son explicaciones tautológicas. (tauto, el mismo, y logos,
discurso. Repetición inútil de un mismo pensamiento en distintos términos) Se
muestran como explicativas, pero en realidad son explicaciones circulares.
Los comportamientos que refieren reciben gran atención
social lo que puede, a su vez, reforzar esos comportamientos.
No nos informan de comportamientos alternativos disponibles
en el repertorio de las personas.
Focalizan la atención en déficits o problemas de conducta
más que en habilidades y competencias.
Pueden convertirse en "profecías autocumplidas",
justificando ante la persona y los demás algunas formas de conducta.
Inducen fatalismo y des-responsabilización.
Y, sobre todo: son socialmente conservadoras por desconectar
la conducta del entorno en que esta tiene lugar. Ensombrecen el origen
ambiental y social de los problemas de las personas. Si el problema es del
individuo sin considerar su entorno.
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