viernes, 6 de agosto de 2010

CONSIDERACIONES SOBRE LA CONDUCTA AUTO-LESIVA EN EL NIÑO AUTISTA



Pensamos que existen relaciones funcionales entre las manipulaciones ambien­tales específicas y la autolesión. Por ejemplo el reforzamiento y la extinción de otras conductas controlan la frecuencia y magnitud de la conducta auto-lesiva; la administración de reforzarniento social de forma contingente a la conducta auto-lesiva aumenta su frecuencia y magnitud.
 También se ha descubierto que una sustitución sistemática de las res­puestas auto-lesivas por conductas sociales adecuadas, lo que habla en favor de su pertenencia a una misma clase de respuestas, la de las conductas sociales. Conceptualmente, el sistema que mejor se ajusta a estas relaciones funcionales es el que considera que la conducta auto-lesiva es una conducta aprendida, operante o instrumen­tal.


La presentación de una conducta operante se halla bajo el control de dos clases de estímulos, discriminativos y reforzadores. A los estímulos discriminativos podemos designarlos como los que «preparan la ocasión» para la conducta auto-lesiva, porque anuncian el reforzamiento de dicha conducta. En otras palabras, «son señales» para la conducta de autolesión. A un estímulo se le llama re­forzante cuando, producido por una conducta de auto­lesión, la refuerza. En cierto modo, sirve como «recom­pensa» o «pago» por esta conducta. Dado que ambas cla­ses de estímulos son estímulos sociales (es decir, suminis­trados por otra persona), la conducta auto lesiva puede considerarse como conducta social. Los dos tipos de con­trol (reforzador y discriminativo) sobre la conducta auto-lesiva se comentarán por separado.

Efecto del reforzamiento social sobre la conducta auto-lesiva.

Un hecho social («”No te pegues”»), cuando se administra de forma contingente a la conducta auto-lesiva, incrementa la frecuencia de di­cha conducta. Luego, por definición, el comentario actúa como un reforzador social, y la conducta sigue las leyes de la conducta operante.

 No se intentaba analizar el as­pecto del estímulo preciso que actuaba como reforzador en este comentario, pero los investigadores lo consideran motivo sufi­ciente para suponer que casi todo comentario, al dispen­sar atención, debería tener un efecto parecido.

Control por el estímulo discriminativo.

El control del estímulo discriminativo sobre la conducta auto-lesiva se pone en evidencia en la repentina reducción de dicha con­ducta hasta el nivel de cero cuando se introducen nuevos estímulos.  Conceptualmente, los nuevos estímulos no son discriminativas para la autolesión.

Por lo tanto, se consideró que la retirada del reforzamiento de una respuesta previamente re-forzada actúa como estímulo discriminativo para la con­ducta auto-lesiva. El que este hecho se establezca como discriminativo para la conducta de autolesión indicaría que en el pasado era la señal para el restablecimiento del reforzamiento, cuando un niño se comportaba de forma auto-lesiva. En términos generales, esto podría significar que siempre que se suprimía el reforzamiento (como en una situación de demanda), el niño podía obtener reforzamiento (se retiraba la demanda y se producía reforzamiento) a con­dición de que se dañara a sí misma. Esta conducta de autolesión obtenía, por tanto, un «pago» inmediato, el res­tablecimiento del reforzamiento deseado.

Desde el punto de vista de la teoría del refor­zamiento, la supresión del reforzamiento es discrirninativa para una serie de conductas, algunas más socialmente aceptadas que otras. Podríamos decir que cuando una respuesta, que anteriormente fue eficaz para conseguir reforzamiento, deja de producir tales efectos, actúa como aviso para que el sujeto o incremente la magnitud de dicha conducta o cambie a alguna otra conducta, con todo aceptable, que en el pasado haya sido operativa para obtener reforzamiento. Predecir qué respuestas específi­cas se emitirán, y en qué momento, implica un conoci­miento muy detallado de la historia previa de reforza­mientos del individuo, lo cual muy a menudo es imposi­ble. Puede pensarse que el niño agotó su repertorio de con­ducta social de forma jerárquica durante las sesiones de extinción: las primeras conductas que se presentaron y las primeras que se extinguieron fueron las adquiridas más recientemente durante las sesiones, y las últimas en presentarse y en extin­guirse fueron las adquiridas en casa y en otras situaciones y reproducidas durante las sesiones (por ejemplo, la conducta auto-lesiva).


Los datos confirman la idea de un control ambiental muy específico sobre la auto-lesión, en lugar de un control ejercido por «estados» internos (tal como la culpa e «introyecciones hostiles»).

Al examinar de los efec­tos de comentario como «No creo que seas mala» está particu­larmente en relación con este punto. El uso de estos comentarios por algunos pro­fesionales, quienes afirman que la conducta auto-lesiva del niño estaba en función de ciertos estados internos, sobre todo de la culpa.  Estos profe­sionales lanzaron la hipótesis de que el comentario podía reducir su conducta de autolesionarse al reducir el nivel de culpa (o la magnitud de su «introyección hostil»).

Nosotros por lo contrario, hemos identificado que cuan­do se aplicaba dichos comentarios de forma contingente a la conducta auto-lesiva, ésta se incrementa.

De acuerdo con las consideraciones anteriormente mencionadas, cualquier respuesta verbal que suministra atención por parte del especialista de forma contingente a la conducta auto-lesiva puede servir como reforzador positivo de dicha conducta.

 Cuando se responde socialmente a un niño autista, cuando este se auto lesiona, se puede causar un daño importante en lugar de un beneficio, a menos que se conozcan algunos de los posibles aspectos estimulan­tes de la respuesta de uno y de su relación temporal con su conducta.

El efecto beneficioso de suprimir y/o extinguir la con­ducta auto-lesiva es obvio; cuando se intenta educar a estos niños, invariablemente se hacen peticiones al niño, es decir, se suprime el reforzamiento hasta que se emite la respuesta deseada. Las conductas de rabieta y de auto­lesión no sólo retrasan los esfuerzos educativos de los de­más, sino que interfieren con la probabilidad de que se emita la respuesta deseada.

Por Psic. Gerardo González Guadarrama

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