Se trata
simplemente de que tanto el paciente como el terapeuta establezcan una agenda
(decidir lo que se discutirá, imponiendo cierta prioridad en los temas).
En la
agenda se establecen el orden y el significado de la serie de problemas que el
paciente presenta; esto permite ver semejanzas y diferencias entre los problemas.
El terapeuta refuerza al paciente para que coopere de esta manera, además de que se le refuerza adicionalmente, al ver y constatar la pertinencia y la interdependencia entre los diversos problemas.
El terapeuta refuerza al paciente para que coopere de esta manera, además de que se le refuerza adicionalmente, al ver y constatar la pertinencia y la interdependencia entre los diversos problemas.
El terapeuta podría decir:
“¿Qué le parece si enfocamos ahora estas dos cuestiones aparentemente importantes
y hacemos algunas observaciones más sobre ellos para la siguiente ocasión?”
El
paciente puede estar de acuerdo, objetar, o sugerir alternativas.
Cualquiera
que sea el caso, las sesiones de terapia comienzan a tomar cierto orden y
propósito, sin limitarse sólo a registrar incidentes o sentimientos.
(Phillips, E. Lakin, 1980)